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06 junio 2024

Pisa a fondo (1986)

 





Después de bastantes días con bajo estado de ánimo (más la habitual nula energía que tengo), es increíble como una película elegida aleatoriamente puede levantarte una sonrisa, hacer pasar un buen rato, esbozar una sonrisa y evadirte de los problemas por lo menos durante esas casi dos horas.

Y digo aleatoriamente porque solo conocía la participación de Michael Keaton y el título de la película, ni siquiera tenía anotado en mi ficha por ejemplo, que entre el reparto se encontraba una actriz que me gusta mucho como Mimi Rogers.

Keaton es otro de esos actores nacidos a principios de la década de los cincuenta del pasado siglo, al que las películas juveniles de los 80 ya le pillaron un poco mayor, pero era tal la explosión cinematográfica y la cantidad y variedad de películas que se rodaron, que supo encontrar su hueco, especialmente en comedias con protagonistas no tan juveniles o en películas de acción.

Revisando su filmografía me he percatado de que le tenía muy poco trabajado, y la verdad es que ha sido todo un acierto elegirle a él y a esta película como protagonistas.

Hay más actores conocidos en el reparto, principalmente John Turturro, con un nombre muy característico e imposible de olvidar, y en contraprestación George Wendt, con un nombre muy poco comercial y difícil de recordar, y por ello posiblemente fuera el actor protagonista de Cheers que menos recorrido tuvo, o del que es más difícil acordarse, aunque supongo que muchos dirán "el gordo que estaba en la barra bebiendo cerveza habitualmente".

No es extraño una mezcla en el reparto entre actores americanos y asiáticos, aunque principalmente asociado a películas de artes marciales, con repartos mayoritariamente asiáticos y la excepción de uno o dos actores principalmente estadounidenses.
Aquí, con un reparto amplio, hay buena representación de ámbos.

Decía el director, Ron Howard, al recordar su carrera, que uno de los errores que se dio cuenta de que había cometido fue que cuando eligió actores japoneses-estadounidenses que podían hablar japonés, para él era inapreciable, peroellos no podían hablar el idioma tan bien y Howard realmente no puso a prueba su fluidez. Cuando Howard estaba trabajando con actores japoneses, señalaron que el idioma hablado por el elenco japonés-estadounidense no era muy bueno y, en ese momento, Howard ya había filmado el 90% de la película. Howard calificó esto como un error de novato que nunca volvería a cometer.

De hecho el actor estadounidense de ascendencia japonesa Gedde Watanabe, obtuvo el segundo mayor caché de entre los actores de la película, a pesar de que como ya he comentado había actores relativamente importantes.



Al igual que hay muchas películas de los ochenta que son relativamente parecidas, y hay varios patrones que aparecen con cierta periodicidad cuando ves películas de ésta época, también muchas de ellas destacan por su singularidad, y originalidad, y creo que ése es el principal valor de ésta, contar una historia que yo desconocía hasta ahora en el cine, y además bien hecha y entretenida.

Top Gun, Karate Kid II o Nueve Semanas y Media fueron algunos de los estrenos con los que tuvo que lidiar aquel año el filme dirigido por el talentoso Ron Howard, quien llegaba precedido por el éxito de Cocoon, y cuya carrera empezaba a despegar: luego estuvo al frente de, por ejemplo, Apollo 13 o Una mente brillante (ganó el Oscar).

Los años ochenta fueron una década de fiestas divertidas y películas sobre la mayoría de edad. Es agradable ver como el director nos muestra una película que se atreve a expresar una opinión sobre las culturas estadounidense y japonesa, logrando acuerdos y entablando relaciones afectuosas entre sí sin confundir a ninguno de los dos países.

El título original que se le dio a la película fue Gung Ho, un término chino, no japonés, que viene a significar trabajar juntos. Pero entiendo que a los japoneses no le gustó la representación de trabajar juntos que ofrecía esta película, o ese concepto en el ideario americano, y así por ejemplo los ejecutivos de Toyota utilizaron más tarde la película como ejemplo de cómo no gestionar a los trabajadores estadounidenses.


Uno de los detalles más curiosos y a la vez atractivos para mi, es el vehículo protagonista de la película.
Ya en los primeros planos en los que se veían posters en las paredes, me pareció reconocer con gran extrañeza, vehículos de la marca italiana Fiat, y más en concreto un modelo, el Regatta, no excesivamente vendido aquí en España, pero que mis padres estuvieron a punto de comprar y en el vecindario había un par de ellos.

Cuando se empizan a ver escenas en la cadena de montaje, con la estructura del coche, la sospecha se confirma, y finalmente cuando se ve un vehículo terminado queda totalmente resuelto el misterio.
El slogan de la película podría ser "El día en que los Fiat fueron japoneses".

¿Pero, cómo es posible que una película americana, con influencia japonesa, utilice coches italianos como argumento de la misma?

Buscando información he encontrado detalles al respecto:



La trama, con enredos desavenencias y situaciones ridículas, contó con un escenario muy particular: la planta de Fiat en Argentina, situada en El Palomar y en su satélite de Berazategui. En esta última se producían los modelos locales de Peugeot hasta 1980, cuando Sevel concentró toda su operación en la fábrica de la marca italiana en Tres de Febrero.

Todo ocurre en las líneas de montaje de los Fiat 147 y Regatta, dos modelos emblemáticos de los años 80 en la Argentina. En la ficción, ambos íconos nacionales pasaron a ser vehículos de Assan Motors, y se los ve con un logo redondo sobre las tradicionales barritas cromadas que los Fiat de aquella época tenían en la parrilla delantera.

¿Cómo fue que Paramount Pictures llegó a filmar a El Palomar? Keaton, Howard y todo el elenco de Gung Ho debieron desarrollar varias jornadas de filmación en el conurbano bonaerense. El contrato de Paramount y Sevel (Sociedad Europea de Vehículos para Latinoamérica) para utilizar la planta de Fiat fue una solución a los altos costos que implicaban realizar el filme en una planta japonesa. Y en los EEUU se hacía imposible disimular los modelos americanos y hacerlos pasar como japoneses. La Argentina, entonces, fue la alternativa para la realización de la comedia.



Un auténtico choque cultural, que lleva a la reflexión sobre que modelo es mejor, no evidentemente en lo laboral, si no también en lo personal, vivir para trabajar o trabajar para vivir.


Por último, me gustaría reseñar un detalle de esos que a mi tanto me gusta, que motivan al empezar una película y que ponen un epílogo brillante a la misma. La utilización de dos buenas canciones, una de apertura y otra de cierre, y además, como muy de vez en cuando me pasa, con el descubrimiento de una que no conocía.

Tras una breve introducción y mientras se van ofreciendo diferentes imágenes de fotografía de Tokyo, a la par que salen los títulos de crédito, suena de fondo Don't get me wrong, de The Pretenders, y al final, durante los títulos de crédito y de manera íntegra (como en misa, una canción de cierre una vez recibida la bendición), suena Working Class Man, del cantante australiano Jimmy Barnes, canción que desconocía totalmente.
Parece ser una canción hecha por encargo para esta película, que en Australia se estrenó precisamente con ese nombre.
A pesar de ello no se lanzó ninguna banda sonora de la película.


Para mi una película subestimada y creo que podríamos incluirla en la categoría de joyas ocultas.












Valoración:                                 8/10