05 marzo 2022

La dinastía del petróleo (1957)

 





Revisando los cumpleaños del día me topé con Stanley Baker, bastante abajo en popularidad eso sí, y no tuve dudas en elegirle a él como protagonista para mi película de ese día.

Un actor que me guarda un gran paralelismo con otro de mis actores favoritos, Stephen Boyd.
Ambos eran británicos, nacieron con tres años de diferencia, y murieron en años consecutivos sin alcanzar los 50, solían interpretar papeles de malos o villanos, a ambos les ofrecieron el papel de James Bond en Agente 007 contra el Dr. No (1962), aunque ninguno acabara aceptándolo, y tuvieron una cierta relación con España.

Baker tenía una casa de veraneo en la Costa del Sol, donde enfermó de neumonía, muriendo en Málaga y Boyd rodó en los años 70 algunas películas íntegramente españolas.

Aunque realmente con el que se le saca más parecido, sobre todo físico, es con el actor australiano Rod Taylor, también contemporáneo de ambos.


Emergió durante los años cincuenta, cuando los protagonistas increíblemente guapos, atractivos y románticos eran casi de rigor.
Para esos tiempos, era un potencial actor principal que se proyectaba fuertemente contra la corriente. Baker demostró de inmediato una presencia única en la pantalla: dura, arenosa, combustible, y poseía un aura de poder oscuro e incluso amenazante.

Stanley Baker provenía de una ruda población minera galesa (lo cual resulta una gran conexión con su papel en esta película), y cuando era niño era rebelde, rápido para estallar y el primero en pelear.

El cine acogió al Baker adulto como la encarnación del mal. 
Sus primeros trabajos importantes dieron al actor papeles enérgicos y antipáticos como en

El hidalgo de los mares (1951) 
Mar cruel (1953)
Infierno bajo cero (1954) 
La dinastía del petróleo (1957)
Los caballeros del rey Arturo (1953)
Helena de Troya (1956)

A pesar de nunca haber sido elegido como un protagonista romántico y de estar asociado casi por completo con papeles de villano, Stanley Baker se convirtió en una estrella a fuerza de su poderosa personalidad.

Además de estas trabajo en otras muy buenas películas como Los cañones de Navarone, Sodoma y Gomorra o Zulú, teniendo unos cuantos trabajos en películas sobre África.

Entre sus directores predilectos estaban Cy Endfield y Joseph Losey, aunque también repitió con el director de esta película, Ralph Thomas.
Rechazó muchas ofertas de Hollywood durante la década de 1950 porque quería mantener en marcha la industria cinematográfica británica.

Aunque lamentó no haber aceptado el papel de James Bond, Baker era amigo y admirador abierto del trabajo de Sir Sean Connery en el papel, como admirador era de Anthony Quinn, el que le parecía uno de los mejores actores durante su época y en el que se fijaba y aprendía.

Nombrado caballero en 1976, era evidente que Stanley Baker bien podría haber continuado a mayores alturas, tanto como actor como productor, pero sucumbió al cáncer de pulmón y murió a la temprana edad de cuarenta y ocho años. Pero su legado es incuestionable.  
Estableció su propio modelo como actor contento de ser admirado por retratar sin igual a los de mala reputación y los antipáticos. 
Siempre ha habido legiones de protagonistas viriles y encantadores aparentemente intercambiables que pueblan las películas, pero Stanley Baker estuvo casi solo en su determinación de ser caracterizado y juzgado retratando los aspectos más sombríos de la condición humana.


Tuve dudas a la hora de que película ver, porque aunque he visto bastantes suyas, seguía habiendo varias que me apetecía, pero esta parecía atraerme más.

Y no me equivoqué.

Una película de aventuras, ambientada en Canadá (a pesar de que el rodaje se hizo íntegramente en los Dolomitas italianos), con ciertos aspectos también de western, y con un guión y algunos detalles del argumento exclusivos, que no había visto en otras películas.

Compartió protagonismo con Dirk Bogarde, al que se le consideraba totalmente opuesto a Baker, y con el que volvió a coincidir en Accidente (1967).

Esperaba encontrarme algo parecido a En busca del Oro (1938), que ya vi como homenaje a Olivia de Havilland, sólo que cambiando el protagonismo del oro por el petróleo, y con semejanzas, ésta película la mejoró.








Valoración:                                 8/10














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