Era hora de variar un poco, cambiar de década y de género, y nos decantamos por ésta película de Henry Hathaway, un drama basado en la Fórmula 1.
Un Henry Hathaway especialmente conocido por sus Westerns y por la comunión durante muchas películas con John Wayne, aunque también tiene otras cintas apasionantes fuera del género del Oeste, como Niágara o Arenas de muerte.
Aquí dirige a Kirk Douglas y a varios buenos actores de la época.
Un Kirk Douglas que parece eterno, con 98 años recién cumplidos es, junto a Olivia de Havilland (también nacida en 1916) el representante más longevo de la época dorada del cine. Habiendo superado la muerte de uno de sus hijos y los problemas de su hijo más famoso, Michael, aunque ya hace tiempo que dejó de actuar en largometrajes es un lujo seguir contemplando sus películas.
Seguramente su papel más célebre sea el de Espartaco, pero no por ello el único. Hay muchas más películas en las que dejó una actuación magnífica, previas incluso a la película de gladiadores. Para los que no tengáis el gusto de conocerlas, a mí de las que más me gustan son Los Vikingos, 20000 leguas de viaje submarino o Duelo de Titanes entre otras.
Aquí interpreta a un piloto de carreras (más o menos en la época del gran Juan Manuel Fangio, con sus coches en forma de salchicha), en una temática poco habitual. Una cinta que nos ofrece la visión de un corredor y el valor que le da a la vida, al honor, al éxito y la difícil convivencia del riesgo a la muerte con una mujer.
Con un nostálgico inicio por las calles de Montecarlo, ya que me recuerda cuando estuve allí y la pena que me dio estar tan poco tiempo, viendo como era en los años 50 la zona del circuito y otras buenas escenas de fotografía, unido a un argumento original, unos buenos actores y un gran doblaje, sólo la calidad del vídeo y del audio le perjudica un poco.
Valoración: 6/10
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