De siempre, las sobremesas me han sugerido más el visionado de una película del oeste o una de aventuras como en este caso.
Y dentro de las aventuras, habitualmente suelen abundar y gustarme las ambientadas en África, Asia, o algún lugar interesante paisajísticamente.
En este caso por el título no sabía que estaba ante otra visita al continente africano.
Se puede decir que las películas africanas pueden tener bastantes cosas en común y parecerse algunas entre si, pero cada una es una aventura.
Habitualmente suelen girar en torno a personas occidentales afincadas en el continente por motivos humanitarios o laborales, u otros que acuden como exploradores o buscadores de tesoros.
En este caso el modelo es el primero, con otros elementos muy comunes, como las tribus o los animales salvajes.
Podríamos decir que el director Ken Annakin, es un especialista en el género de aventuras (a veces aventuras de capa y espada), o películas que contienen parte de aventuras, mezcladas con un poco de acción o entremezclándose con el género bélico.
Me gustan bastante sus películas El valle de los maoríes y especialmente Escalada hacia la muerte, una de las no muchas pero siempre atrayentes para mi, películas de montañas.
Annakin no tenía mucho interés en este proyecto, ya que su mente estaba en otro que tenía en cartera, pero para mi el resultado fue notable.
No obstante se encontró con bastantes problemas durante el rodaje.
El equipo sufrió varios problemas de salud. La supervisora de guión Gladys Goldsmith sufrió una picadura de insecto, lo que provocó que su pierna se hinchara hasta un tamaño alarmante. Su sustituto improvisado, el secretario de producción, fue mordido por una araña y también fue internado en la enfermería; al igual que el fotógrafo. Durante la Navidad de 1957, el director de producción Jack Martin fue hospitalizado tras sufrir un infarto. Los electricistas, en particular, sufrían dolores en el pecho, reumatismo, picaduras de araña blanca y calor. También uno de los dos guepardos de la unidad, con el que Belinda Lee había posado para fotografías publicitarias, atacó salvajemente a su entrenador. De las 44 personas de la unidad, sólo el director Ken Annakin y otra persona no se vieron afectados por períodos de enfermedad.
La acción en pantalla fue eclipsada por los acontecimientos que sucedían detrás de la cámara. Belinda Lee intentó suicidarse, Patrick McGoohan sufrió una conmoción cerebral después de chocar su auto y la producción fue interrumpida constantemente por el equipo.
Hubo un día, en el que solo Annakin y una serpiente estaban disponibles para trabajar. El mayor obstáculo vino de los electricistas que supuestamente dirigieron el rodaje, saboteando las acometidas del director de fotografía con filtros de luz incorrectos y obligándolo a ser reemplazado.
Dentro de las no pocas películas rodadas en África que he visto últimamente, me guarda cierto paralelismo con La gran apuesta, pero no por el argumento en sí, si no por el descubrimiento de una actriz que hasta ese momento desconocía. En aquel momento Juliette Greco y ésta vez fue Belinda Lee, pero desgraciadamente, cuando fui a revisar su filmografía me encontré que falleció en 1961, con tan solo 25 años, por culpa de un accidente de circulación.
Esa tristeza no empaña la alegría de descubrir la que creo hubiera sido una gran actriz y que me hizo pasar un bonito rato junto a Patrick McGoohan, que está prácticamente igual que 20 años después en su papel de alcaide en La fuga de Alcatraz (que es la única referencia que me venía a la cabeza de él en ese momento), y de Michael Craig, éste todavía vivo (1929), que fue el afortunado que conquistó a Belinda Lee en la ficción.
La película se rodó principalmente en Sudáfrica, en las inmediaciones del Parque Nacional Kruger, constatando la gran variedad de posibles sitios para rodar una interesante película en el continente africano.
Valoración: 8/10
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